Ascenso al C° Montura
AUTOR: Alicia Anschau
LUGAR: Cordillera Central.
PROVINCIA/PAIS: Mendoza, ARGENTINA
FECHA: Abril de 2001
Hacía ya unos cuantos meses nos habíamos planteado la idea de hacer nuestra primera cumbre, pero la idea tomó forma concreta estando en Uspallata, Mendoza; lugar que hizo que veamos a la montaña de una manera diferente y despertó en nosotras las ansias de vivirla, de sentirnos una con ella. Por eso nuestra primera cumbre tenia que ser de ahí. ![]() El
Cerro Montura ofrece a quien visita la Villa toda su grandeza demostrando que es
amo y señor del Valle. No en vano es considerado la Montaña Madre por los
Andinistas del lugar. Desde
que lo vimos nos enamoramos de su cumbre, así que ni bien nos decidimos
comenzamos a hacer todas las averiguaciones necesarias acerca del cerro: rutas,
dificultad técnica, época óptima para el ascenso, etc. El hecho de enterarnos
que eran 5300 metros los que separaban la cumbre del nivel del mar, hizo que
creamos que nuestra idea era demasiado ambiciosa y canalicemos nuestras energías
en proyectos más pequeños. El 2 de abril de 2001 salimos de Buenos Aires a hacer el viaje que tanto habíamos esperado; acabábamos de recibirnos, por lo que dejamos de lado toda obligación y partimos a recorrer el NOA y algunos países de Sudamérica. Semejante viaje no podía tener otro punto de partida que no sea Uspallata.
Después
de habernos reencontrado con amigos, en una noche de tragos y festejos, surgió
la idea de ascender el Cerro El Burro, pico de 4300 msnm. Pese al escepticismo
de algunos, después de tres días volvimos al Valle con la satisfacción de
haber conquistado nuestra primera cumbre. Otra vez había un motivo para
festejar, y fue en medio de esos festejos que Gonza (propulsor de nuestro primer
ascenso) dejó asomar la idea de intentar el Montura. No hizo falta que termine
de decirlo para que estemos viendo ya nuestra próxima expedición. 5
días después, con Alejandro y el Chueco sumados al equipo original (Gonza, Aly,
Ro y Javi), partíamos hacia la base del Cerro. La primera noche la hicimos en
un sitio llamado Segundo Rancho, a orillas del Arroyo Chacay. La montaña ya
empezaba a hacerse respetar y señal de ello fue la rajadura del piso de nuestra
carpa. Como pudimos lo solucionamos y seguimos adelante. El segundo día comenzamos el ascenso; el tiempo hasta el momento era benigno y hasta los 3000 msnm encontramos el camino libre de nieve. Después de 4 horas de ascenso comenzaron a surgir diferencias entre las dos personas que conocían el lugar (Gonza y el Chueco), ya que uno creía que estábamos en la quebrada equivocada, mientras el otro afirmaba que íbamos en buen camino. De cualquier modo, era tranquilizante poder tener una vista del Valle en todo momento.
Después
de 6 horas de caminata deberíamos haber encontrado un abra donde armar el
campamento de altura, pero ya habían pasado 8 y la luz del sol estaba
desapareciendo cuando decidimos acampar en el primer lugar más o menos propicio
que encontramos. Así, las tiendas quedaron armadas a 4500 msnm. Esto ya nos
alegraba por que habíamos superado nuestros iniciales 4300. Ya
al momento de preparar la cena tomamos conciencia de las restricciones que tendríamos
que hacer para que el alimento alcance para toda la expedición. Pero lo que
para algunos de nosotros eran sólo pequeñas restricciones que también forman
parte de la aventura, para otros era poco menos que una cuestión de estado. Si
durante este segundo día surgieron controversias, el siguiente sería todavía
peor. Nos despertamos tarde y recién a las 14.00 empezamos a ascender. Llevábamos
ya una hora de caminata y todavía la cumbre no se dejaba ver; las posibilidades
de llegar a ella con luz y temperaturas medianamente óptimas se alejaban con
cada minuto que pasaba. La falta de un panorama claro y las dificultades
surgidas durante estos días hicieron que el Chueco y Javier decidieran volver
esa misma tarde a la Villa. Por nuestra parte, los que quedamos utilizamos el
resto del día para aclimatarnos y juntar fuerzas para la cumbre, que sabíamos
nos estaba esperando. El
otro día fue diferente. Sólo una cosa ocupaba nuestras mentes, tal como tan
bien lo expresa Ralph Emmerson al decir: “
... La audacia nos atrae por que expresa la capacidad de un hombre de amar una
idea por encima de cualquier otra cosa en el mundo. Ya no piensa ni en la cama,
ni en la cena, ni en su dinero; sino que es capaz de arriesgar todo lo que tiene
para hacer posible aquello que ocupa por completo su mente ... “. Nos despertamos temprano y después de desayunar encaramos el ataque a la cumbre; pero esta vez lo primero que hicimos fue subir casi hasta un filo, para desde allí poder tener una mejor perspectiva de la quebrada. Fue así que ante nuestros ojos apareció la tan ansiada cumbre. Todavía estaba lejos (más de lo que creíamos), pero al menos ya teníamos un rumbo hacia donde dirigir nuestros pasos.
El ascenso fue durísimo, y la montaña dejó asomar todo su temperamento. Hubo tramos en que la nieve nos llegaba a la cadera, y otros en que tuvimos que cruzar innumerables veces el arroyo con el agua congelada formando un hielo quebradizo y resbaladizo. Sorteamos estos obstáculos sin contar con el equipamiento ni el calzado adecuados. Cuando por fin llegamos a la base del glaciar que antecede a la cumbre, tuvimos que sumar como condimento adicional el viento blanco que soplaba sin clemencia. El tiempo pasaba y no sabíamos como hacer para detener la caída del sol. La cumbre estaba frente a nuestros ojos, pero parecía alejarse cada vez más. Finalmente, a las 17.45 del 27 de abril, estaba bajo nuestros pies. El momento fue sencillamente indescriptible. Todo aquel que en algún momento haya experimentado esa sensación sabe que las palabras no existen para describirla. Los motivos que nos impulsaban a cada uno de nosotros a llegar a la cumbre eran diferentes, pero de cualquier forma tuvimos que buscar muy dentro nuestro lo mejor que teníamos para dar y fortalecernos de ello. El hecho de saber que esto nos había llevado allí arriba hizo que experimentáramos esa mágica sensación que dan las montañas: la sensación de libertad. Alicia Anschau Ubicación: Posee 5300 metros, y se ubica a unos 12 Km. de la localidad de Uspallata, en la provincia de Mendoza. Aproximación: Puede llegarse a su base utilizando un vehículo 4x4 o hacerlo caminando (en cuyo caso es necesario llevar agua). Rutas de ascensión: Básicamente son dos: La Gloria y la del Arroyo Chacay. Ambas rutas parten desde un puesto abandonado hasta donde se puede llegar con vehículo. La Gloria es la ruta que normalmente usan los militares en su entrenamiento; ellos suben con mulas, por lo que se encuentra bien marcada. Desde el puesto parte hacia el sur y luego hacia el suroeste metiéndose en el filo de la cumbre. La ruta del Arroyo Chacay, por su parte, consiste en seguir el arroyo; cualquiera de los dos brazos que se bifurcan más arriba nacen en los filos de las cumbres. La
montaña no posee pasos técnicos, y si se encuentran es posible esquivarlos.
Aunque todas las rutas tienen leña que es posible utilizar sin abusar, es
recomendable llevar calentador a gas o bencina. Es
una muy buena montaña para adentrarse de a poco en las ascensiones de la
cordillera. El tiempo necesario para la ascensión depende del estado físico,
pero se consideran unos 3 o 4 días para hacerlo con comodidad y disfrutar de la
Cordillera.
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