Expedición al cordón del Plata

Cerro el Plata y Vallecitos

 

AUTOR: Ricardo “Pony” Solari  - Carlos Garat 

LUGAR: Cordón del Plata
PROVINCIA/PAIS:
Mendoza, ARGENTINA
FECHA:
Enero de 2004
 

Como desde hace varios años, la montaña había sido el motivo para que nos juntáramos nuevamente. El lugar elegido era la localidad de Funes, cercana a Rosario y lugar equidistante para todos. Allí, con la excusa de un asado, se empezaron a tirar objetivos… Alguno pensó en repetir el volcán Maipo. Otro habló del Mercedario, pero finalmente y tratando de sumar a todos, se eligió el Cordón del Plata.

 

La cordillera frontal tiene un origen antiguo pero se ha rejuvenecido hace unos 70 millones de años. Por este motivo, sus montañas tienen características propias, formadas por bloques elevados que no configuran una cadena continua, extendiéndose desde el norte de la provincia de Mendoza hasta el río Diamante y alcanzando alturas promedio de 5000 msnm. Tienen además, las características de los montes más nuevos, con paredes empinadas y cumbres afiladas.

Dentro de este cordón, hay numerosos cerros de esa altura y uno mayor, el que le da nombre a esta cordillera, el Cerro del Plata de unos 6000msnm.

En el grupo había distintas inquietudes: algunos querían ir sin guía hacia el Plata y otros, preferían ser guiados para subir el Vallecitos, de 5500msnm (segunda montaña más alta y tal vez la más bella del cordón.)

Se comenzó a gestar entonces la idea de compartir el mayor tiempo posible juntos, con alguna independencia por cuanto los destinos en algún punto del recorrido se iban a apartar.

Se habló con Hebert Chiodi, experimentado guía de montaña de Villa Carlos Paz, amigo y mejor persona, quien no opuso obstáculos para congeniar las actividades lo mejor posible.

Resuelto esto, quedaron formados los grupos: con Hebert irían José Piccinna, Rodolfo Utrera, Geraldine Udry, Susana Lépore y Carlos Garat.

Para intentar el Plata, iríamos Juan José Nagel, José Navailles, Juan María Furnari, Santiago Sissinni, Felipe Videla y yo.

Quedamos en encontrarnos el 17 de enero en el refugio Ski y Montaña de Vallecitos (2980 mts) para acomodar las cosas, dormir la primera noche allí y al día siguiente comenzar a caminar hacia nuestro objetivo.(Tarifas 15 $ por noche sin servicio de ropa blanca – 20 $ con servicio incl.) Además íbamos aprovechar el servicio de mulas para que nos llevara unos 240 Kg. de equipo hasta  el Salto costo del porteo 120 $ por mula (60 Kg. en cada bicho).

El refugio tiene si lo deseas comodidades para cocinar( sin costo) por lo tanto esa noche Hebert con la ayuda de Geraldine nos deleitó con una comida, que nos anticipó lo que fue una constante en toda la expedición, ¡realmente sabe cocinar! Esa noche después de cenar acomodamos el equipo que iba a ser porteado y el que llevaríamos con nosotros a nuestro primer campamento Las Veguitas. 

El Vallecitos visto desde las Veguitas

El 18-01-04 Alrededor de las 1030 salimos del refugio caminando muy lento por que debíamos readaptarnos después de tanto tiempo sin hacer montañismo, a las mochilas y a la altura, ya que la particularidad de todo nuestro grupo era que salvo Hebert ( uruguayo importado a Carlos Paz) los demás vivimos todos al nivel del mar.

Las Veguitas, a 3100 msnm, lugar de ensueño, es ideal para acampar por que dispone de agua en abundancia, el terreno es bastante plano casi sin piedras y sobre todo blando, lo que permite a nuestros huesos, descansar como en casa. Además, y es una característica de esa zona desde casi cualquier punto hay señal de celular.

 Desde la carpa, puede verse hacia el sureste todo el valle de Potrerillos, su dique y por la noche, iluminándola, las luces de la ciudad de Mendoza.

Hacia el oeste, se levanta imponente poniéndole límite a la quebrada, la pared este del Vallecitos.

Allí permanecimos 2 días, que aprovechamos para aclimatar, caminar y recorrer la zona. Investigamos la quebrada del medio que transcurre entre el cerro San Bernardo y el Stepanek, remontando morenas hasta una gran cascada de agua helada.

De paso íbamos ojeando el acarreo del cerro Adolfo Calle, de 4300 msnm. que ascenderíamos al día siguiente como parte de la adaptación a la altura.

El 19-01-04 amaneció soleado y después de desayunar, empezamos la aproximación al A. Calle.

El entusiasmo fue disminuyendo en la medida que nos acercábamos al largo acarreo de piedras, de unos 35 º de pendiente, que nos esperaba.

Despacio, como calentando los  motores, empezamos el ascenso.

Al cabo de unas 2 1/2 horas, estábamos en un terreno más plano, el col entre el Calle y el Stepanek: la llamada “canchita”. Desde allí, quedaría otra hora y media más peleando contra ese empinado terreno de piedras sueltas, que hace que cada paso signifique un doble esfuerzo ya que se avanza un paso y cuando parece que uno está afirmado, lo único que se hace es tirar piedras hacia abajo y retroceder.

El tiempo había desmejorado considerablemente, trayendo desde el valle nubes grises y amenazantes que por momentos cerraban la visión completamente.

Por fin, llegamos a la arista cumbrera. Ahora había que hacer una travesía hacia el oeste, sin perder altura y de pronto no había más que subir!

La cumbre, escasa, coronada por una pequeña caña, fue el lugar para el encuentro con abrazos, felicitaciones para aquellos que tenían su primera y como corresponde, donde nos tomamos unas sopas acompañadas de salame y queso.

La mirada hacia el valle era impresionante, no porque pudieran verse paisajes que se imaginaban estupendos, sino porque las paredes de ese cerro son francamente salvajes.

Asomaban a pique varias agujas verticales de piedra descompuesta, formando imágenes vertiginosas.

Por fin, decidimos la vuelta después de dejar nuestro testimonio cumbrero.

Cumbre de todo el grupo en el Adolfo Calle

Rápidamente perdimos altura y unas 7 horas después de la partida, estábamos nuevamente en las Veguitas, con mucha hambre.

Grande fue la sorpresa al descubrir que las vacas que pastorean en la zona nos habían comido parte de los alimentos y hasta el detergente para lavar los platos!

Esa noche dormimos placidamente, sabiendo que al siguiente iríamos al Salto.

El 20-01-04 después de acomodar las cosas, partimos cerca del mediodía hacia ese campamento ubicado al lado de una caída de agua de deshielo, en un verdadero balcón.

El trayecto cambia bruscamente su paisaje a partir de dejar Las Veguitas. Remontando el río blanco, Tras 50`llegamos al punto llamado Piedra Grande (otro lugar para acampar, pero menos bonito y con más dificultad para conseguir agua) a una altura de 3600 msnm, el verde da lugar al marrón en sus distintas tonalidades.

Se hacen dueñas del lugar las piedras que hace millones de años depositó en morenas enormes el glaciar que alguna vez llegaba hasta bien abajo.

La senda, bien marcada, va ganando altura en pocos kilómetros hasta llegar al “infiernillo”, lugar que tiene bien ganado el nombre en virtud de lo empinado que se pone y porque es un lugar “punero”. Éste, se halla inmediatamente debajo del Salto, por lo que una vez transcurrido ese tramo,  tras 4 hs 30` desde la salida (con varias detenciones para hidratarnos y comer)llegamos al campamento.

Campamento en el Salto Superior

Como ocurre diariamente en horas de la tarde, el lugar se cubre de nubes grises, cargadas de humedad y frío.

Este año la concurrencia fue mayor que el año anterior, por lo que el grupo debió dividirse sin más remedio al tener que hacer las tiendas.

Nosotros, nos repartimos en los lugares que pudimos. El grupo que iría al Vallecitos se fue un poco más arriba, con las tres carpas a lo que se denomina el Salto superior. El lugar, si bien apartado del resto, tenía más tranquilidad, muy buen reparo de piedras, agua a escasos cinco metros y una vista privilegiada.

A partir de entonces le pusimos el “country”.

Susana, a la pasada para el Salto superior, le encargó a Miguel de la carpa comedor ( provista por Ski y Montaña como servicio de media pensión para quien lo desee 28$ por día desayuno y cena) que esta en el Salto que le preparara ¡una pizza ¡; así que después de acomodar su equipo y ayudar a armar las carpas se fue a comer esa exquisitez y a disfrutar del entorno y la compañía del grupo que estaba allí

El día siguiente, ya acomodados al lugar, con leves dolores de cabeza, lo aprovechamos para recorrer el glaciar del Rincón.

Observamos grandes variaciones con respecto al año anterior, habiéndose “cortado” en varios puntos, pero presentando vistas impresionantes tanto de ese cerro, con sus vías clásicas (la del glaciar inferior, el reloj de arena, la supercanaleta, la copa de nieve, etc.) como de la pared este del Vallecitos, que se alza unos 1200 m hasta esa arista irregular, arrojando permanentemente piedras que retumban cuando uno presta atención y hace silencio.

El grupo en general estaba bien. Sólo Geraldine tenía signos de edema de altura, lo que motivó cierta preocupación.

Se la medicó con Diamox teniendo en cuenta las precauciones del caso y se resolvió que permaneciera en el campamento ya que dejarla subir en esas condiciones hubiera sido riesgoso. Con buen criterio, entendió que lo mejor sería esperar a esa misma altura. Además, ya había tenido su cumbre…

Emergencia odontológica:

Al igual que años antes en el Aconcagua ( nota nº 14 de esta pagina web), en esta oportunidad un montañista brasilero, Joaquim, estaba aquejado de un intenso dolor de muelas, así que para nuestra alegría después de un tratamiento improvisado a la luz del sol y sobre las piedras, Joaquim estuvo libre de dolor y continuo subiéndose todo, incluso dos días después ayudó en la bajada de alguien con problemas como veremos mas adelante.

Expedición al Plata

El 22-01-04 los que nos dirigiríamos al Plata, decidimos hacer una salida hacia La Hollada, distante una hora y media desde el Salto y que tiene una altura de 4600 msnm.

Hacia allá fuimos acompañados de un amigo vasco, con quien tomamos unos mates.

Este lugar, es una gran depresión al pie del cerro Lomas amarillas (5200msnm) y el Vallecitos.

Desde allí puede verse claramente el camino que lleva hacia ambos cerros y al filo que comunica al Plata con el Vallecitos.

Vista del Plata desde el Vallecitos

La tradición dice que no es un buen lugar para acampar porque es un centro de baja presión, pero personalmente creo que si uno tiene como objetivo el Plata y se está bien aclimatado, es preferible partir desde allí, porque significa una diferencia de desnivel que puede ser importante en tan largo trayecto, como experimentaría luego.

Ya podíamos palpitar el día siguiente, fijado para intentar las cumbres elegidas, por lo que luego de ordenar las mochilas y las carpas, nos fuimos a dormir.

Esa noche paradójicamente, dormí muy bien.

A las 4 de la mañana me desperté y comencé a desayunar dentro de la carpa con mi compañero, José Navailles, de Pergamino.

En silencio, comimos nuestras galletitas con dulce de leche y nos vestimos para la ocasión.

Afuera se adivinaba el frío, por lo que nos pusimos casi todo lo que teníamos.

Calentamos agua para poder tomar algo caliente durante el camino y salimos al encuentro de la noche.

Afuera, cada uno de los integrantes nos fuimos juntando para partir en fila india.

Cada nuevo intento de cumbre, está acompañado de ansiedad e incertidumbre y uno respeta esos momentos en el otro.

Sólo después de un rato, cuando se está en camino y aparecen las primeras luces del alba, se rompe ese estado y comienzan los comentarios.

Esta vez sin embargo, me sentía calmo y seguro pero no me atreví a comentarlo con los demás.

Aproximadamente una hora después de salir, Santiago comenzó a sentir molestias en el pecho y que no estaba como otras veces, por lo que nos detuvimos a examinar su estado.

Luego de algunas preguntas  y de evaluar la situación, impresionándome como médico que el problema no era cardíaco, nos animamos a continuar más lentamente y en caso de que se repitiera el síntoma, me volvería con él.

En esos primeros momentos, dejé de pensar en el Plata y caminé desanimado, más preocupado por lo que había ocurrido que por seguir el ascenso.

Sin embargo, confiaba en mi amigo que tenía mucha experiencia y conocía perfectamente sus límites. Sabía que no dudaría en comunicarme cualquier problema que tuviera. Acordamos que de no mediar inconvenientes, continuaríamos el ascenso.

Santiago y Felipe lo harían juntos, ya decididos a llegar sólo hasta el filo de 5000 msnm.

Mientras eso sucedía, el grupo que iría al Vallecitos subía a buen ritmo por lo que pasada La Hollada se unieron con ellos, al menos hasta enfilar a ese cerro.

Con nosotros, coincidían otros 3 muchachos, de los que sólo conocemos sus nombres: uno era Renato (brasilero y callado), el Gurú (un paranaense macanudo) y Alejandro (un pibe de Buenos Aires, de unos 25 años). Con ellos haríamos el total del recorrido y viviríamos una experiencia que no esperábamos.

Lentamente continuamos subiendo. Cada tanto nos consultábamos cómo nos sentíamos y eso se hizo más seguido a partir de que dejáramos atrás ese collado.

Aproximadamente cuando pisábamos los 5500 msnm,  Juan José me manifestó que tenía dudas sobre sus piernas. Venía bien, pero se sentía con menos fuerza y dudaba sobre su continuidad, sobre todo pensando en lo que quedaba todavía y en el descenso posterior.

Por mi parte, no quería presionarlo para que nos dejara y tampoco para que siguiera si no estaba convencido.

En eso estábamos (de todas maneras no lo hubiéramos dejado volverse solo y posiblemente hubiera bajado con él de ser necesario), cuando Juan María expresó que tampoco se sentía completamente bien. Decía tener un poco de sueño y una muy leve borrachera debida a la altura. En pocos minutos decidió que lo acompañaría. Entonces, en un acto de sentido común y buen compañerismo comenzaron a descender juntos.

Antes, en la despedida, un emocionado Juanjo hizo que por un momento me dieran ganas de insistirle para que siguiera, pero no hubiera hecho lo correcto. Me hubiera dejado llevar por las emociones y eso en la altura puede ser peligroso.

Así, nuestros dos integrantes más jóvenes del grupo, nos demostraban a José y a mí que eran tipos responsables y maduros para caminar montañas.

Lentamente continuamos subiendo. El tiempo seguía bueno y estábamos muy bien con el horario.

Al llegar a la zona de los caracoles, ascendiendo cerca del filo, con José empezamos a notar que Alejandro tenía dificultades para mantener el ritmo de los demás. Se quejaba de tener dificultades para respirar por la nariz y cada tanto debía detenerse.

Veíamos también que sus pasos no eran firmes, lo que nos inquietaba puesto que la zona por momentos era expuesta y riesgosa si uno no pisa con seguridad y hay ráfagas de viento. Con señas se lo hicimos saber a quien parecía su amigo, el Gurú, pero ante cada consulta que éste le hacía porfiadamente insistía en continuar, pidiéndonos que lo esperáramos.

Luego de interminables zigzags en los que cada nueva loma nevada parecía la última y no lo era, apareció el helicóptero rojo que está tumbado a escasos 50 ó 70 metros de la cumbre.

Los restos del helicóptero cerca de la cima

Eso actuó como un acicate y luego de 8 horas y media de haber salido, junto con Renato hicimos cumbre a las 2 de la tarde en punto. Unos minutos después se nos unía mi amigo José y el Gurú.

Euforia, abrazos, gritos, fotos y un paisaje espectacular ocuparon nuestros 30 minutos en la cumbre.

José Navailles y Pony Solari cumbre del Plata detras el Aconcagua

José Piccinna y el Aconcagua detras

Quizá fuera eso, además del gran desnivel que habíamos hecho lo que me produjo náuseas y un vómito del líquido que había venido tomando. Además, se veían subir nubes grises que al llegar al Plata se despeinaban en el filo cumbrero.

Eso apuró mi decisión de regresar.

Se lo hice saber a José y juntos comenzamos a bajar, pocos minutos después que Alejandro llegara a la cima.

Rápidamente perdimos altura pero al girar la cabeza y mirar hacia arriba, observamos que el estado del último del grupo era lamentable.

Al dar los primeros pasos del descenso, Alejandro no podía mantenerse en pie y el Gurú lo tenía que levantar permanentemente.

Allí comenzó un lento calvario que nos obligó a todos a permanecer mucho más tiempo del deseado a esa altura.

De a poco, obligándolo a hacer culipatín (porque se negaba a bajar así), colocándonos uno adelante y otro detrás de él fuimos bajando de la montaña.

Pocas veces en mi vida he estado frente a una persona más terca y obcecada que aquél muchacho a quien sólo le importó hacer cumbre y después, evitar que “lo bajaran”, pero que no tuvo en cuenta que ponía en riesgo a los demás con su actitud irresponsable.

El tiempo fue benévolo y sólo al acercarnos a los 5200 msnm cayó una nevisca, pero siempre tuvimos buena visibilidad.

En ese punto, fuimos alcanzados por Joaquim, brasilero amigo de Renato, a quien le había comunicado por handy nuestro problema y que solidariamente, dejó su ruta al Vallecitos para venir a ayudarnos.

Consigo traía agua caliente (que a esa altura ya se nos había acabado), sopas y Power Gel, con lo que luego de un rato descansando, Alejandro se recuperó y pudo bajar por sí mismo.

Mientras tanto y ajenos nosotros a lo que pasaba, en El Salto todo era como un hormiguero al que un pie había conmovido.

Quizá por problemas en el idioma, había llegado la noticia de que del grupo de 5 personas que habían hecho cumbre, 3 venían en mal estado (justamente los que nos habíamos retrasado en bajar).

Inmediatamente tomó la batuta “Dumbo” un conocido guía de montaña rosarino quien coordinó con gran celeridad un operativo de rescate. Se acercaron bolsas de dormir, termos, medicamentos y otros elementos necesarios para estos casos y salieron a nuestro encuentro. En el Salto  se quedo Hebert coordinando por medio de  handy y celulares, con Dumbo y con el refugio Sky y Montaña ya que se intentó llamar a Búsqueda y Rescate del Aconcagua, aunque esto finalmente no se logró.

Cuando nos enteramos, cerca ya del campamento, nos sorprendió la preocupación que todos tenían por nuestro estado y la revolución que se había desatado para ayudarnos.

Abajo nos unimos a nuestros compañeros, que habían hecho cumbre en el Vallecitos y celebramos con una sopa que nos tenían preparada.

Aclarada la situación con quiénes habían actuado tan rápidamente, mi ánimo fue mutando desde la sorpresa a la sonrisa vergonzosa por haber sido motivo de un episodio indeseado e involuntario y finalmente a la bronca, porque en vez de disfrutar nuestra cumbre lograda, sólo pudimos hablar del descenso, de lo irresponsables que son algunas personas y de lo peligrosas que se tornan si además, hacen esta actividad.

Lejos de tomar conciencia por lo que había ocasionado, esa noche Alejandro festejó y brindó por su cumbre junto al supuesto “guía” que lo debía acompañar, de nombre Gabriel y del que no daré apellido, pero que tuvo tanta responsabilidad como el muchacho, puesto que se hizo nombrar como tal y escribe periódicamente dando consejos en revistas del medio y en Internet (los lectores de Aventurarse y Al Borde sabrán a quien me refiero).

Si bien no participó en la salida porque se volvió a poco de partir, lo hizo con parte de los alimentos que debían consumir, se presentó ante todos como el guía del grupo y  por lo tanto recibió las recriminaciones por lo sucedido, reconociendo que debió advertir lo “testarudo” que era su “guiado”.

Expedición al Vallecitos

Habíamos resuelto salir pasadas las cinco de la mañana, así que después de haber dormido varias horas ya que el frío, el día anterior nos había golpeado no bien se puso el sol y a las 21,30 hs ya estábamos acostado; nos preparamos para salir después de desayunar en nuestra carpa.

Minutos después que nuestros compañeros que iban al Plata pasaran, (0530 AM)  encendimos nuestros frontoluces y salimos en una noche extremadamente fría al punto que se congelaba nuestra respiración sobre nuestro equipo, y las caramañolas que estaban expuestas también.

Hacia atrás veíamos las luces de Mendoza y del dique Potrerillos, hacia arriba se veía un cielo estrellado y hacia el frente se recortaba majestuosa la pared este del Vallecitos con su filo que parecía esperarnos.

El Vallecitos al amanecer

Hebert marcaba el paso, seguido por Susana y José, Rodolfo y yo cerrábamos la marcha.

A la hora de haber iniciado la caminata Rodolfo no se sintió bien y cuando llegamos a La Hoyada, (4670 mts) decidió regresar, para no retrasarnos, en un gesto que marca su calidad humana ya que sé, que podría haber continuado a un ritmo mas lento, sin problemas.

Dolor de muelas a 4200 mts

En el trayecto que asciende de este último punto al filo del Loma Amarilla –Plata comencé a sentirme muy fatigado, por lo que solicite que nos detuviéramos a hidratarnos y comer algo, eran las 0800 y estábamos a 4910 mts.

Filo cumbrero, pared este y cumbre del Cerro Vallecitos

Gracias a Dios y a los estímulos de mis compañeros de expedición, (yo había resuelto que si continuaba tan fatigado iba a abandonar) continuamos ascendiendo y llegamos al Filo Vallecitos –Plata, el día se presentaba esplendoroso, sin nubes, y podíamos ver el Aconcagua, el Mercedario, el impresionante Peine de La Jaula, y a lo lejos el Tupungato, a la vez que la cumbre del Vallecitos nos parecía cercana eran las 0930 y estábamos a 5230 mts.. Una visión de las mas lindas que he tenido. Hebert, José y Susana continuaban con un ritmo muy parejo a pesar del esfuerzo y de la altura que se hacia sentir.

En el filo

Faltando unos 50 mts para llegar a la torre de la cumbre nos encontramos con una zona helada y resbalosa de piedras finas que transitamos con mucho cuidado por cuanto íbamos sin grampones y un resbalón allí.....

Filo Plata-Vallecitos

Al ingresar a la torre Hebert sube sin dificultad, pero Susana se resbala y José  que venia detrás le ayuda para frenarse en la caída, La nieve se había ido, arrastrada por el viento y quedaba un sendero helado entre las rocas, que José y Susana logran superar, para sacarse José la foto cumbrera a las 1150 a 5480 mts según el GPS de Hebert.

José Piccinna en la cumbre del Vallecitos

Hebert Chiodi cumbre Vallecitos

Yo preferí quedarme en la base de la torre por que me sentía inseguro( en criollo me c...)a 5 mts de la cruz. A las 1245 en un mediodía casi sin viento iniciamos el regreso, nuevamente y no sin unos resbalones que nuestro guía supo adivinar y nos evito una caída segura, atravesamos la zona de hielo para luego regresar sobre nuestros pasos, cuando algunas nubes y un poco de viento comenzaban a aparecer. A las 1600  estábamos de nuevo en nuestras carpas reuniéndonos con Rodolfo y Geraldine, compartiendo con ellos nuestra experiencia.

Al día siguiente partimos hacia el refugio de ski, donde parte del grupo se despidió no sin antes comer un buen asado con vino mendocino y quedar de acuerdo para nuevos encuentros con la naturaleza.

En fin, como cada vez que se sale a la montaña, ésta nos había enseñado algo para capitalizar y aprovechar en el futuro.

Particularmente, a descubrir y reconocer en aquellos que habían decidido volver voluntariamente, el valor de su sensatez y compañerismo.

Son esas personas con las que uno quiere volver a estar, porque saben respetarla  y nos dan ese plus de tranquilidad y confianza que siempre son necesarias para compartir estas salidas. Esto se hizo más evidente por el contraste surgido ante la actitud del otro muchacho a quien conocimos circunstancialmente.

Para terminar, a comprender que cada vez que uno traspasa su propio límite, debe saber que está poniendo en peligro a quienes extienden una mano sin importar demasiado quien está en problemas y exponen su físico para ayudar al otro.

Expedición al Plata: Ricardo “Pony” Solari  
Expedición al Vallecitos: Carlos Garat 
clan@andinautas.com.ar